La Cumbre de los Pueblos se celebrará como respuesta popular a la Cumbre de la Tierra Río+20 -llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable- del 20 al 22 de junio de 2012 en Río de Janeiro. Este espacio aglutinará a cientos de colectivos y movimientos sociales de todo el planeta, con la voluntad de avanzar en la construcción de alternativas frente a un sistema que, desde su misma concepción, propugna un modelo de desarrollo unitario, lineal y -como la realidad se empeña en confirmar- absolutamente insostenible.
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos señala cinco grandes líneas de trabajo, que surgieron del Foro Social Mundial de Portoalegre, sobre las que habrá que presionar para que entren en las agendas políticas nacionales e internacionales. Las propuestas indígenas sobre cada una de estas temáticas pueden aportar herramientas para avanzar en las soluciones colectivas:
- Primero, la centralidad y la defensa de los bienes comunes de la humanidad como respuesta a la mercantilización, privatización y financierización de la vida, implícita en el concepto de “economía verde”. Miles de pueblos originarios de todo el planeta construyen, desde el espacio comunitario, un modo de entender la Naturaleza -la madre tierra- como un todo que no poseemos, sino del que formamos parte. Un cosmos del cual dependemos y que debemos proteger. Esta cosmovisión ha permitido la conservación de la biodiversidad en los territorios indígenas, pese a siglos de amenazas, que hoy se concretan fundamentalmente en la ejecución de grandes proyectos de desarrollo basados en la explotación de los bienes naturales (industrias extractivas, hidroeléctricas, agroindustria, turismo, …).
- Segundo, el pasaje gradual de una civilización antropocéntrica a una civilización biocéntrica, lo que implica reconocer los derechos de la naturaleza; redefinir el buen vivir y la prosperidad de modo que no dependan del crecimiento infinito; promover energías verdaderamente renovables que no impliquen el desalojo de campesinos e indígenas de sus territorios; diseñar políticas de transición para los países cuyos presupuestos dependen excesivamente de la extracción de materias primas, ya sean minerales, petróleo o productos agrícolas de monocultivo, con precios controlados por las grandes empresas monopólicas del Norte.
- Tercero, defender la soberanía alimentaria, el principio de que, en la medida de lo posible, cada comunidad debe tener control sobre los bienes alimentarios que produce y consume, acercando a consumidores y productores, y defendiendo la agricultura campesina. Este concepto, que cada vez gana mayor fuerza en Occidente, está íntimamente ligado al del Buen Vivir que están construyendo los pueblos indígenas: ambos se complementan y pueden favorecer espacios de aprendizaje mutuo.
- Cuarto, la preferencia por las economías solidarias y comunitarias, como las que son practicadas por cientos de comunidades y pueblos originarios y que también pueden servir como experiencia y modelo.
- Quinto, incluir en todas las luchas y en todas las propuestas de alternativas las exigencias transversales de profundización de la democracia y de lucha contra la discriminación sexual, racial, étnica, religiosa, y contra la guerra.
Teniendo en cuenta la centralidad de las propuestas indígenas en todas estas líneas y conociendo la voluntad de participación por parte de muchas de las organizaciones con las que trabajamos, desde la CODPI queremos contribuir a situar en el centro del debate y del trabajo de la Cumbre de los Pueblos la importancia de los derechos humanos de estos pueblos, y visibilizar sus demandas, problemáticas y alternativas.
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